viernes, 4 de mayo de 2018

ACTIVIDAD 3.1


El articulado leído no hace sino ratificar mi forma de pensar y actuar en relación a la educación de mi alumnado: el objetivo último es formar personas, que manifiesten sus gustos e intereses propios, con habilidades sociales y comunicativas suficientes para participar en su contexto familiar y social, con recursos para tomar iniciativas dentro de un orden, con capacidad para planificar sus actuaciones y asumir consecuentemente el resultado de las mismas.
Quizás el hecho de situarme en un periodo de transición a la vida adulta me ha ayudado a centrarme más en estas consideraciones, dando un carácter más funcional y significativo a los objetivos y contenidos más académicos que pudieran tener mayor relevancia en etapas anteriores. Luis Simarro en su libro “Calidad de vida y educación en personas con autismo” establece precisamente una diferenciación entre alumno y persona como necesaria para orientar la educación de las personas con TEA.
Ofrecerles la oportunidad de opinar, por ejemplo, la receta que le gustaría realizar en el taller, elegir el color a utilizar a la hora de marcar o de la cartulina a utilizar conforme a su gusto, decidir sobre qué ingrediente echarse sobre el creppe, etc. es ofrecerles oportunidades de decisión y elección, es considerarles como personas con las que comparto un contexto de aprendizaje (taller de hogar, de cocina, entorno, huerto, etc.). Es más, es en la realización de esas tareas cotidianas donde se deben desarrollar sus habilidades más deficitarias, sin necesidad de programas específicos: creo que habilidades como la atención, memoria, habilidades sociales, de razonamiento, etc. no precisan de actividades concretas y específicas, sino que hay que saber aprovechar las actividades habituales para ponerlas en evidencia y trabajarlas en el devenir de la propia actividad, porque es cuando cobran sentido. Por ejemplo, no necesito actividades específicas de atención y memoria cuando podemos realizar una actividad de recortar (observación, atención y coordinación) y ordenar los pasos seguidos en la elaboración previa de una receta (memoria)    
Son aspectos que, efectivamente, redundan en una calidad de vida de mi alumnado. Pero, qué duda cabe, el contexto familiar y social más cercano al alumnado ha de ser también conocedor y cómplice en el desarrollo de dichas capacidades y habilidades de forma generalizada, ofreciéndole oportunidades de expresar necesidades e intereses, de elegir y decidir conforme a ellos.
Sin embargo, la forma de proceder de algunas familias es, quizás, la mayor dificultad con la que me encuentro en mi trabajo. Entre mi alumnado se encuentra quien, cuando se pide opinión respecto a algo, siempre espera la respuesta de algún compañero/a porque se siente inseguro. No tiene criterio propio debido, seguramente, a que se han atendido a sus necesidades antes de que las manifieste, no se le pide opinión, todos sus actos están muy dirigidos… por lo que no siente ni la libertad ni la necesidad de manifestarse, con la pérdida de oportunidades para su desarrollo personal que, a mi juicio, ello conlleva. 
Son muchas las veces que les insto a que les digan a sus padres que ellos se preparan el desayuno porque saben, que ellos se atan los cordones porque saben, que pidan lo que quieren o necesitan y que digan lo que no les apetece, que lo que puedan hacer por sí solos lo hagan al igual que lo hacen en los talleres… Pero, otras tantas son las veces que se les sigue considerando niños pequeños, sin capacidad para opinar, con opiniones sin valor, o simplemente, se les atribuye un concepto erróneo de felicidad en el que se piensa que la responsabilidad les conlleva molestia.

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